Desde el momento que salieron las dos rayitas en el palito y me enteré que sería mamá sentí algo insólito, una sensación que nunca antes había sentido, un miedito rico, que pensándolo bien… siento hasta el día de hoy. La maternidad me cambió por completo. Deje de ser sólo yo para convertirme en la mamá de alguien.

El día que vi a mi pequeño frijolito en la pantalla del ecógrafo y me di cuenta cuánto lo amaba sin conocerlo, supe que nunca más sería la misma. La aventura ni si quiera había empezado pero yo ya me sentía otra. Cuando creció mi panza y empecé a sentir sus primeros movimientos adentro mío comprobé que las mujeres somos una especie fuera de serie, tenemos el súper poder más increíble de todos: crear vida.

Aprendí a hacer todo con una sola mano porque con la otra cargaba a mi bebe. Deje de salir con una cartera chiquita que solo tenía mis llaves, mi billetera y mi celular, a llevar una cartera gigante repleta de «porsiacasos». Porsiacaso tenga hambre, porsiacaso tenga gases, porsiacaso se haga la caca, porsiacaso se aburra…

Desde que me convertí en mamá nunca más dormí igual, aprendí a vivir días más intensos durmiendo menos horas. Aprendí a compartir mi almohada, a dormir en el borde de la cama (con medio cuerpo afuera) y con un pie en la cara.

La maternidad está llena de rutinas y horarios. Perdí la espontaneidad para convertirme en alguien súper planificada, organizada y cronometrada. Tiene que dormir la siesta, comer a su hora, bañarse antes de las 7 pm para luego irse a dormir. Ahora todo tiene una hora y un por qué,  ni se te ocurra intentar cambiar la rutina o minimizarla con un «no pasa nada por un día». ¡Si pasa! Por mi tranquilidad mental #NoTeMetasConMiRutina.

Desde que soy mamá no cierro las puertas con llave. Vivo con la idea de que en cualquier momento alguno de mis hijos me va a necesitar. Perdí mi libertad, aprendí a ir al baño con público y a hacer todo con un constante «mamá mamá» de fondo. Voy al baño con la puerta abierta, me ducho con la puerta abierta, me cambio con la puerta abierta y TODAS las veces recibo miles de interrupciones. Pienso la próxima vez cierro la puerta con llave, pero nunca lo hago ese sentimiento de que puedo «ser necesitada» en cualquier momento es más fuerte que yo.

La maternidad me ha hecho admirar el triple a mi madre.  Entenderla, y hasta a veces sentirme ella (oh no!). Todo lo que alguna vez critiqué, hoy lo entiendo y lo agradezco. Agradezco todos sus errores que me enseñaron que errar es humano, agradezco sus gritos cuando perdía la paciencia porque ahora no me siento tan mal cuando me pasa a mi, agradezco las veces que pensaba que era mala, como cuando le pedía que me lleve a hacerle la basta a mi jean acampanado, y me contestaba «aquí tienes 5 soles lleva tu pantalón a la costurera, tú misma eres», porque me hizo ser independiente y segura de mi misma.

Desde que soy mamá ya no soy la misma de antes, estoy mil veces más cansada pero soy infinitamente más feliz.

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Escrito por kiki

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